Día 14: sol y relax en Gili Air

Día 14: Gili Air
El imán de la mezquita vuelve a darnos hoy los buenos días con alegría. Son las cinco de la mañana cuando nos despierta, así que decidimos darnos la vuelta e intentar seguir durmiendo un ratito más. Hoy, además, no tenemos absolutamente ninguna prisa porque, por primera vez en dos semanas, no tenemos nada planificado.

Nos levantamos un rato más tarde y, mientras desayunamos, valoramos los posibles planes para hoy. Aunque ayer nos planteamos hacer alguna excursión por Lombok, lo cierto es que también nos hemos quedado con ganas de conocer más las islas Gili y, como es tan fácil ir hasta allí desde nuestro hotel, acabamos decantándonos por esa idea.

Llenamos la mochila con lo necesario para pasar unas cuantas horas al sol (algo de dinero, toalla y crema solar... ¡Ups! Se nos ha terminado, tendremos que comprar otro bote) y pedimos un taxi en la recepción del hotel. Por dicho taxi, por cierto, pagamos 48.000 rupias (unos 3 euros), nada que ver con las 150.000 que nos quiso cobrar el conductor que nos llevó al hotel el primer día al llegar a Lombok. ¡Menos mal que no llegamos a pagarlas! 

El puerto de Bangsal nos recibe más bullicioso que nunca. Hay muchísima gente andando de un lado para otro. Nosotros nos dirigimos al pequeño edificio de piedra donde parece que venden los billetes para el barco. Durante el trayecto en taxi hemos decidido que queremos ir a Gili Air, donde comimos ayer; Gili Trawangan nos pareció demasiado turística y Gili Meno, la más pequeña, nos han dicho que es demasiado tranquila. Al preguntar por los billetes a la señora que los vende, nos dice que tenemos dos opciones: la primera es ir en un barco rápido que está a punto de salir y que nos costaría algo menos de seis euros por persona; la segunda es esperarnos a que el barco público (mucho más barato) se llene, porque, al parecer, hasta que no se llena no sale. Añade que somos los terceros en la cola del barco público. Nos planteamos esperarnos, pero al final decidimos coger el barco rápido para no perder tiempo en el puerto y aprovechar el día al máximo. (Más tarde comprobaremos que los barcos públicos se llenan en cuestión de minutos y que fuimos unos pardillos, por cierto.)

Nos subimos al barco rápido y zarpamos inmediatamente. Parecía que nos estuvieran esperando. Además de nosotros, en el interior sólo hay tres personas más (o tres pardillos más). Hay una pareja de valencianos, con los que compartimos experiencias durante los escasos diez minutos que dura el viaje. La primera parada es Gili Air, nuestro destino. Desembarcamos en la playa. En esta zona hay muchos bares y bastante gente, así que decidimos dar un paseo por la costa este de la isla para encontrar una zona más tranquila. Al empezar a caminar, nos encontramos con un mapa de la isla en un poste de madera. Decidimos que queremos ir hasta una playa llamada Sandy Beach y, una vez allí, ya decidiremos. A medida que avanzamos y dejamos atrás la zona más concurrida, empezamos a fijarnos en los restaurantes y las tiendas por las que vamos pasando. "Tenemos que comprar crema solar", le digo a Vicent. Entramos en varias tiendas y, al final, compramos el protector y un bote de crema hidratante. Todavía estamos buscando souvenirs para nuestras familias, pero el nivel de cutrez de los imanes de nevera que encontramos aquí sigue siendo el mismo que en Bali.

Tras un ratito de paseo llegamos a una zona de playa que parece ser Sandy Beach. No hay absolutamente nadie aquí, así que decidimos plantar nuestras toallas. A estas horas de la mañana hace ya un calor infernal, pero me apetece un rato de playa. Vicent decide alquilar un equipo básico de buceo por poco menos de dos euros en una tienda cercana y se mete en el agua en busca de peces de colores. Yo me quedo en la toalla con la intención de leer un rato. Sin embargo, el sol de aquí no es como el nuestro. Tras (literalmente) dos minutos en la toalla, noto cómo empieza a hervirme la sangre por dentro. No sé qué temperatura debe haber, pero el sol me está atravesando la piel. Lo noto. Aunque el que me conozca ya sabe que meterme en el agua de la playa no me encanta, siento que lo necesito.

Al rato vuelve Vicent, que ha estado buceando con la camiseta puesta ya que ayer se quemó la espalda. Necesitamos un ratito de sombra, así que nos vamos en busca de un restaurante donde poder bebernos algo fresquito y comer algo. Recorremos parte del camino que hemos hecho para llegar hasta aquí pero a la inversa, hasta que encontramos un sitio que nos convence. Nos sentamos alrededor de una mesa en una especie de sofá de caña lleno de cojines. Se está de maravilla. Tenemos el mar justo delante.

Nos tomamos algo y comemos por 114.000 rupias (es decir, menos de 8 euros entre los dos). Cuando nos cansamos de no hacer nada, volvemos a ponernos en marcha. A lo guiri total, decidimos dar otra vuelta por la isla y comernos un heladito. Y así nos pasamos el resto de la tarde: disfrutando de la relativa tranquilidad de la isla y de nuestras últimas horas en esta parte de Indonesia.

A media tarde volvemos a la playa donde nos ha dejado el barco esta mañana. Esta vez no nos van a engañar con lo del barco rápido para turistas. Ya no sólo por el dinero, sino porque queremos ir en el barco auténtico, el de la gente de allí. Como ya nos temíamos, en cuestión de quince minutos se llena la lista para el barco y  podemos embarcar. Vicent y yo somos dos de los cuatro turistas que hay aquí. La embarcación no tiene nada que ver con el moderno barco de esta mañana. Este es de madera, muy alargado. Hay un banquito de madera a cada lado que recorre la embarcación de una punta a otra. Durante el trayecto, unas adolescentes que están sentadas justo delante de nosotros nos miran y se ríen. Me imagino que les debemos parecer raros.

El viaje es algo más largo que en el barco rápido, pero me ha encantado la experiencia. Además, nos ha costado menos de un euro por persona. ¿Qué más se puede pedir? Una vez en Bangsal, se nos vuelven a acercar los conductores privados que van a la caza del turista. Ahora, sin embargo, ya sabemos dónde está la parada de taxis oficial. ¡Ya no nos volvéis a engañar, hombre!

Cuando llegamos al hotel, aún no ha anochecido, y como ya viene siendo costumbre, nos quedamos en el jardín para ver nuestra última puesta de sol en Lombok. Después, una ducha reparadora y una última cena en el restaurante del hotel. "Vamos a echar de menos estos precios cuando volvamos a Bali mañana", me digo.

4 comentarios:

  1. de lo mejor descripcion que he leido gracias

    ResponderEliminar
  2. una pregunta, como encontrar las paradas de taxis oficiales? por lo que describes o eres avispado o te engañan rapido...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Efectivamente... Normalmente los taxis oficiales llevan taxímetro y alguna identificación (número de registro en la ventanilla, etc.). Para encontrar las paradas, supongo que puedes preguntar en el lugar donde te alojas, ahí no suelen engañarte. Nosotros esta parada en concreto la encontramos por casualidad, porque el taxi nos dejó allí y vimos que había muchísimos más allí parados. Sin embargo, un par de días antes, en el mismo puerto, nos timaron porque no lo sabíamos y tuvimos que ir con un conductor de estos privados que te insisten tanto. Si vas a Bangsal, en concreto, la parada de taxis está antes de llegar al puerto, como a 3-5 minutos, en el mismo camino. Espero que te sirva!

      Eliminar