Día 8: llegada a Ubud

Día 8: llegada a Ubud

¡Buenos días, Java! Son las 6:30 y nos acaba de sonar el despertador. Parece tempranísimo, pero es que anoche nos acostamos muy temprano y, además, hay que aprovechar al máximo las horas de sol. Nos adecentamos un poco y nos pasamos por el bufet de desayuno que ofrece el restaurante. Hoy vuelvo a comer tallarines y huevos, y, de nuevo, me arriesgo con la fruta pelada, en contra de las recomendaciones de nuestro médico.
 
Tras volver a pasar por la habitación a recoger nuestras mochilas, nos ponemos en marcha. Estamos cerca del puerto donde tenemos que coger el ferry, pero no lo suficiente como para ir andando. Además, queremos llegar a Bali lo más pronto posible. Cogemos un taxi en el aparcamiento del hotel y por menos de dos euros nos llevan al puerto. Allí, mientras buscamos la entrada y el lugar donde se compran los billetes, unos señores nos ofrecen transporte privado desde Gilimanuk (el puerto en el que atracaremos ya en Bali) hasta nuestro hotel en Ubud por 250.000 rupias (unos 17 euros). Teniendo en cuenta que hay unas cuatro horas de viaje, nos parece demasiado barato y no nos fiamos. Además, esos hombres no nos transmiten mucha confianza. Sabemos que una vez en Bali también existe la opción de coger un autobús, así que de momento no nos preocupamos y decidimos que ya nos buscaremos la vida al llegar a la otra isla.
Por fin encontramos la taquilla donde se compran los billetes. Pagamos 7.500 rupias por persona (50 céntimos) y nos indican que hay un ferry a punto de salir. Perfecto. Antes de subir, nos aseguramos de que ese barco nos lleva al puerto que queremos y, tras confirmarlo de nuevo, embarcamos. Se trata de un barco bastante grande. Nos sentamos en una sala interior donde hay unas 10 por 15 filas de asientos divididas por dos pasillos. Aparte de nosotros, debe haber unos 20 viajeros más, todos locales. Decidimos sentarnos en la ventanilla, Vicent en una fila y yo en otra, para disfrutar al máximo de las vistas. Para cuando elegimos nuestros asientos, el barco ya ha zarpado.

En la parte delantera de la sala hay un televisor en el que tienen puesto una especie de programa de variedades indonesio en el que una niña prodigio canta infinidad de canciones. Los viajeros se lo están pasando pipa y algunos incluso cantan las canciones. Al cabo de un rato, alguien parece haberse cansado de la niña y pone un programa de humor en el que una pareja de cómicos hacen un gag detrás de otro. Deben de ser como los Cruz y Raya indonesios. Nosotros no entendemos absolutamente nada, pero las risas de nuestros compañeros de viaje son muy contagiosas.

El trayecto dura poco más de una hora. Al llegar se nos acerca un aluvión de taxistas para ofrecernos transporte, pero primero preferimos informarnos sobre los horarios del autobús. Vale, el bus no tardará en pasar, pero, según la información que teníamos previa al viaje, el trayecto puede durar unas seis horas. Decidimos valorar la opción del taxi, para no llegar tan tarde a Ubud y poder aprovechar más el tiempo. Volvemos a acercarnos a los taxistas y, siguiendo las valiosas lecciones aprendidas tras diez temporadas de The Apprentice UK, les ofrecemos 200.000 rupias. Se nos ríen en la cara, y la mayoría se van. Hay uno, sin embargo, que insiste. Nos dice que por ese precio es imposible, que para él son ocho horas de trabajo, cuatro de ida y cuatro de vuelta. Tiene razón y nos sentimos fatal por haberle ofrecido tan poco. Pero es que estamos un poco escarmentados por el tema del regateo en Yogyakarta. Tras un poco de tira y afloja, acordamos pagarle 700.000 rupias (47 euros). Posiblemente en Indonesia sea demasiado dinero, pero teniendo en cuenta que nos va a llevar hasta la puerta del hotel y, sobre todo, que éste sí nos da confianza, acabamos aceptando.

Nos subimos en el coche y el conductor nos da una tarjeta con sus datos para que lo recomendemos por internet. Después, iniciamos el viaje por las carreteras balinesas. En cuanto a peligro de muerte, son bastante parecidas a las que nos encontramos con David en Java hace un par de días. Sin embargo, el paisaje es algo diferente. Además, hay una cosa que nos llama la atención: vemos muchos monos a los lados de la carretera. ¡Qué graciosos! Durante el recorrido, nuestro conductor nos deleita con grandes éxitos de la música tecno y nos habla sobre su familia y su vida en Bali. Y así se nos pasan los minutos y las horas hasta llegar a Ubud, donde el tráfico se hace mucho más intenso. Llegamos al hotel hacia las 15:30 y, tras preguntarnos (de coña) si no le pensamos dar propina, nos despedimos de nuestro conductor y entramos en el hotel.

Nos alojamos en el SenS Spa & Hotel Ubud. Éste sí es un hotel de lujo. La verdad es que en Bali es donde más nos ha costado encontrar hoteles de gama media que estuvieran bien y en el centro de Ubud, así que hemos tenido que invertir un poco más. Pero bueno, son sólo tres noches. Al entrar en la recepción nos ofrecen un sorbete y un trocito de pastel. A nosotros nos sabe hasta mal aceptarlo, sobre todo porque llevamos unas pintas penosas, pero lo hacemos por cortesía. Y, además, estamos muertos de hambre. Tras hacer el check-in, subimos a la habitación y, tras comprobar que es una pasada, como el resto del hotel, bajamos al restaurante a comer. Nos sentamos en la terraza, al lado de la piscina. No hay nadie más, pero no nos extraña, porque es tarde para comer. Al ver la carta ya nos damos cuenta de que los precios en Bali son bastante más elevados que en Java. Por poner un ejemplo, ayer comimos en el hotel de Banyuwangi por 103.000 rupias (menos de 7 euros entre los dos); hoy, la comida nos va a salir por 200.000.

A las cinco de la tarde, tras comer y adecentarnos un poco, decidimos salir a explorar la zona. Sólo nos queda una hora de luz, así que pensamos que los mejor es visitar el Monkey Forest primero y, luego, ver un mercadito que hay cerca de aquí y toda la zona más turística. A pocos pasos de nuestro hotel, se encuentra una de las avenidas principales de Ubud, donde están la mayoría de restaurantes famosos que todo el mundo recomienda (Café Lotus, etc.). Caminamos por esa avenida en dirección al Monkey Forest y, en pocos metros, nos damos cuenta de que Bali no tiene nada que ver con Java. Aparte del hecho de que Bali es una isla con mayoría hinduista, cosa que puede verse en las decenas de templos con los que nos cruzamos, esta isla está llena de turistas. Literalmente. Seguramente habrá partes de Bali que no sean así, pero Ubud, al menos, está plagada. Es difícil encontrarse a alguien que no sea turista, y eso nos da un poco de rabia, la verdad. Ya no nos sentimos especiales. Aquí nadie nos va a pedir una foto.

turismo y viajes a indonesiaEsquivando los centenares de agujeros que hay en las aceras de esta avenida, llegamos al Monkey Forest. Todavía es de día, pero sólo tenemos unos 30 o 40 minutos de luz. Además, el parque cierra alrededor de las seis, así que tendremos que darnos prisa. Tras pagar los dos euros por cabeza que cuesta la entrada, empezamos a andar por dentro del parque. Nada más entrar, nos encontramos con una señal que nos advierte de que los monos tienen tendencia a robar los objetos (especialmente los metálicos, como las gafas) de los turistas. A mí me da un poco de miedo, pero al mismo tiempo tengo curiosidad. El parque es una especie de laberinto a lo Parque Jurásico en el que te encuentras monos en cada caminito. También hay cuidadores, por si los monos se ponen agresivos. La verdad es que nosotros, aparte de un pequeño rifirrafe que tiene Vicent con un mono al intentarse hacer una foto con él, no tenemos ningún problema. Los monos son, valga la redundancia, muy monos.

turismo y viajes a indonesia

turismo y viajes a indonesia

Tras un buen rato paseando por el parque, empieza a anochecer y decidimos salir para ver tiendas (aquí seguro que encontramos algo para regalar a nuestras familias) y buscar un sitio para cenar más tarde. Andamos entre turistas, intentamos regatear en un mercadito, observamos a los trabajadores que intentan atraer a los visitantes a sus restaurantes o al típico espectáculo de danza balinesa. Encontramos el famoso Café Lotus de Ubud, pero tras ver los precios de la carta pensamos que no vale la pena y seguimos andando. Al final, acabamos cenando en un restaurante que está en la misma avenida, pero cerca de nuestro hotel. Aunque el servicio es muy lento, la comida está muy buena y pagamos algo menos que este mediodía.

Todavía no es muy tarde, pero estamos cansados y volvemos al hotel para relajarnos y repasar la ruta de mañana. Tenemos ganas de visitar el interior de Bali y ver qué diferencias hay entre nuestra querida Java y esta nueva isla. Además, la excursión la hemos contratado con una empresa que tiene una valoración buenísima en Trip Advisor y tenemos unas ganas tremendas de conocer a nuestro guía, Kirno (que, por cierto, habla español).

Tras una ducha reparadora en nuestro baño de lujo de nuestro hotel de lujo, nos vamos a dormir. Mañana promete (y mucho).  

1 comentario: