Día 7: amanecer en el Bromo y viaje a Banyuwangi

Día 7: amanecer en el Bromo y viaje a Banyuwangi

Cuando suena el despertador, cinco minutos antes de las dos de la mañana, tengo la sensación de haber dormido poco más de diez minutos. Tengo mal cuerpo, pero decido que el cansancio no va a fastidiarme una de las mejores experiencias del viaje: la visita al monte Bromo para ver el amanecer.
 
Nos cambiamos, nos comemos un par de galletas que compramos ayer en la tiendecita de la estación de Surabaya, y a las 2:20 ya estamos fuera (con nuestras bonitas chaquetas alquiladas, porque hace un frío que pela). En la carretera nos encontramos con David, que nos presenta al conductor que nos llevará hasta el mirador desde donde veremos el amanecer. Bueno, presentárnoslo es un decir. Entre que está muy oscuro y que va muy tapado (por el frío), no llegamos a verle muy bien la cara.
 
Nos subimos en la parte trasera del jeep y emprendemos el viaje hacia el mirador. Viajamos en silencio, concentrados en el traqueteo constante del vehículo. Al cabo de unos quince minutos, empezamos a ver las luces de unas motos que van detrás de nosotros y que, poco después, nos adelantarán. La primera parte del viaje es toda por una carretera rodeada de bosque, pero, pasado un tiempo, llegamos a una zona en la que parece que no hay asfalto, sino arena. Sí, por las ventanas distinguimos una especie de desierto. A lo lejos, muchos otros jeeps avanzan en la misma dirección que nosotros. Esperemos que el mirador no esté abarrotado.

 
turismo y viajes a indonesiaLlegamos a la carretera que lleva al mirador y nos toca bajarnos para acabar el trayecto a pie. En total, hemos pasado unos 40 minutos en el jeep. Al llegar allí, el conductor nos explica, como puede, que a las seis más o menos deberíamos estar de vuelta en el vehículo y nos indica la dirección que debemos seguir para llegar al mirador. Como aquello está lleno de jeeps, y son todos muy parecidos, nos señala una pegatina que lleva en el cristal trasero para que lo reconozcamos a la vuelta. Ya veremos si lo logramos.

Empezamos a andar carretera arriba. A nuestra izquierda hay varias pequeñas carpas montadas con lonas en las que muchos viajeros se están tomando algo caliente. Volvemos a ver vendedores de guantes y gorros, pero creemos que con las chaquetas será suficiente. Al final de la carretera vemos un baño en el que hay mucha gente haciendo cola y, a la derecha, unas escaleras que conducen directamente al mirador. Como es pronto, decido entrar al baño, por si las moscas. Es el aseo más sucio que me encontraré en toda Indonesia. Al salir, subimos al mirador.

Cuando llegamos, nos da la sensación de haber entrado en un cine con la película ya empezada. El mirador está organizado en filas a diferente altura con bancos, pero nosotros queremos ir a la parte de delante, donde está la valla, porque hemos leído en otros blogs que luego se llena y desde allí te aseguras ver el volcán en primera fila. Todavía hay poca gente, pero la que hay está bastante en silencio, así que entramos intentando no molestar mucho. Con la ayuda de la linterna del móvil, nos dirigimos hasta la zona de la valla. Valoramos durante unos segundos cuál será el mejor sitio para ver el espectáculo, pero tenemos dos problemas: no sabemos por dónde sale el sol, y tampoco sabemos dónde está el volcán. (Está muy oscuro, ¿vale?) Con el rollo de ir a la aventura, no lo habíamos investigado, así que decidimos ponernos en una parte en la que el vallado hace esquina, y así tenemos vistas hacia dos direcciones. Aunque nos sentimos un poco tontos por el tema de la ubicación del volcán, no somos los únicos que estamos así. De hecho, cada vez que llega alguien nuevo a esta zona, se produce la misma situación de desorientación.

Tras aposentarnos en el que será nuestro hogar durante las próximas dos horas y media aproximadamente (son las 3:15), empiezo a notar el frío polar que hace allí arriba. "Menos mal que alquilamos la chaqueta", me digo. Aun así, a medida que pasan los minutos y las horas, se me empiezan a congelar las extremidades. Los vendedores de guantes y gorros cobran sentido. También es que no he venido nada preparada para esto. Llevo unos leggins finísimos que me dejan el tobillo totalmente al aire. No llevo bufanda. Por descontado, tampoco guantes ni gorro. Me tapo las piernas con la mochila y decido ponerme la sudadera que llevaba bajo la chaqueta alrededor de la cabeza a modo de gorro. Doy pena, pero la oscuridad me protege de las miradas ajenas. A todo esto, mientras yo sufro los primeros efectos de la hipotermia, Vicent hace ya un rato que ha empezado a grabar hacia donde creemos que podría estar el volcán para hacer un time-lapse.

Y así se hacen casi las cinco. En las conversaciones ajenas que se suceden a mi alrededor (algunas en catalán, otras en castellano, otras en inglés), se rumorea que debe faltar poco para que salga el sol. Cuando empieza a clarear, puedo, por fin, poner cara a las personas que han estado a mi alrededor todo este rato. Por fin, también, confirmamos que Vicent ha estado grabando en la dirección adecuada. El sol empieza a salir a nuestra izquierda y tenemos el volcán enfrente. La imagen es sobrecogedora.

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Pasan los minutos y las imágenes son cada vez más claras. Me giro y veo que el mirador está abarrotado. Aunque hemos pasado mucho frío, me alegro de haber venido temprano y haber podido coger este sitio privilegiado.

turismo y viajes a indonesiaA las 5:40 ya es prácticamente de día y decidimos volver hacia el jeep. La siguiente parada es en el cráter del volcán (el que escupe vapor en la foto) y no queremos que se nos haga muy tarde para que no haya tanta gente. En el camino de vuelta me doy cuenta de las pintas que llevo, pero todavía hace frío, así que me da igual lo que piense la gente. Total, no me conoce nadie.

Llegamos a la carretera y localizamos rápidamente a nuestro conductor. Volvemos a subirnos al jeep y esta vez hacemos parte del recorrido que hemos hecho para venir, pero a plena luz del día y en dirección contraria. Parece un trayecto totalmente diferente. Ahora hay gente por todos lados y ya no parece un lugar tan inhóspito. Hacemos una parada a medio camino para volver a ver el Bromo desde otra perspectiva y nos damos cuenta de que todas las fotos que hacemos parecen postales.

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En unos veinte minutos llegamos a la zona del desierto que hemos intuido durante el viaje de ida. Es una explanada inmensa. En una parte, no muy lejana al volcán, se ha formado una especie de aparcamiento de jeeps, todos colocados en filas. Todavía no hay muchos coches, pero creemos que aquí sí que será más complicado localizar el nuestro cuando bajemos del volcán.

Aquí no nos hacen falta indicaciones, así que nos despedimos del conductor y nos ponemos a andar en dirección al cráter. Varios locales nos ofrecen sus caballos para realizar el trayecto, pero los rechazamos. Preferimos andar.
 
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Caminar por la arena se hace un poco más pesado de lo que nos imaginábamos, pero, al final, llegamos a la base del volcán. Ahora toca subir las escaleras. Empezamos el ascenso y notamos que el sol empieza a calentar. A los pocos minutos, me sobra la chaqueta y casi el cortavientos. ¡Qué día tan claro hace!

Llegamos al cráter y la imagen que me encuentro me sobrecoge. Nunca antes había estado en el cráter de un volcán y nada de lo que me había imaginado se asemeja a lo que tengo ante mí. Este agujero es enorme. Muchísimo más de lo que parece en las fotos. Aprovecho la seguridad del muro que hay en esta zona del cráter para asomarme e intentar ver el fondo, pero está tan profundo que desde aquí no se ve. Aparte del tamaño del cráter, hay otra cosa que me asusta más si cabe: el ruido que sale del agujero. Es un sonido fuerte, intenso, parecido al de una olla hirviendo. Además, el humo que desprende (en realidad creo que es vapor) lo hace todavía más misterioso. "La naturaleza tiene cosas extrañas", me digo. Y al mismo tiempo me imagino dando un paso en falso y cayéndome por el agujero. Me agarro al muro.

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Tras varios minutos, decidimos alejarnos de la zona de la escalera, que es donde más gente hay, y andar un poco hacia la derecha (donde ya no hay muro) para hacer alguna foto. Vicent decide alejarse un poco más y avanzar por la cresta del volcán. Yo no miro e intento pensar en otra cosa.

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turismo y viajes a indonesiaTras admirar durante un buen rato la grandeza del lugar y decidir que, probablemente, este sea uno de los sitios más impresionantes que veamos en este viaje, empezamos el descenso hacia el jeep. Es hora de volver al hotel y emprender nuestro viaje hasta la punta este de Java. Al bajar, el número de vehículos aparcados en el desierto ha aumentado considerablemente y Vicent y yo nos pasamos, sin exagerar, más de treinta minutos intentando localizar el nuestro. Cuando yo ya casi he empezado a llorar, vemos la famosa pegatina de la ventanilla trasera. Qué rato más malo he pasado. Del vehículo salen tres o cuatro indonesios aparte de nuestro conductor, que se despiden de él y nos dicen adiós. Nos subimos de nuevo y volvemos al hotel.

Al llegar, vuelvo a plantearme lo de la ducha en ese baño externo a la habitación y decido que no hace falta (llamadme lo que queráis). Total, el resto del día de hoy nos lo vamos a pasar en un coche. Ya me ducharé cuando lleguemos a Banyuwangi. Antes de empezar el viaje con David, pasamos por el restaurante del hotel, donde hay un bufet de desayuno. Esta vez elijo tostadas con mantequilla de cacahuete ultraprocesada y fruta (me apetecía correr el riesgo).

A las 9:30 ya estamos metidos en el coche y empezamos un viaje que durará unas seis horas. Como tenemos wifi en el vehículo, aprovechamos para ponernos al día con nuestras familias y para repasar el tema de las reservas de hoteles que tenemos para los próximos días en Bali y Lombok.

Cuando nos damos cuenta, ya estamos en Banyuwangi. Durante el trayecto, David nos ha preguntado si queríamos parar para comer, pero hemos pensado que es mejor hacer el viaje del tirón y comer al llegar tranquilamente. El hotel, ya desde fuera, tiene una pinta buenísima. Tras despedirnos de David, nos dirigimos a la recepción y hacemos el check-in. Qué pasada de sitio. Es, sin duda, el hotel más bonito de los que hemos visto hasta ahora. Está organizado en casitas en las que hay dos o tres apartamentos independientes. Los jardines que separan las casas son preciosos y están muy bien cuidados. A nosotros nos parece un hotel de lujo, pese a que nos ha costado 30 euros. Localizamos la piscina y el restaurante y, tras pasar por la habitación (enorme, por cierto) para dejar las mochilas, nos sentamos a una mesa a comer.

El resto de la tarde lo pasamos en modo relax: piscina, lectura, paseo hasta la playa para ver Bali desde allí, etc. Por la noche, volvemos a cenar en el restaurante del hotel. Aunque a mediodía hemos optado por comida indonesia, yo ahora tengo un antojo: pasta a la boloñesa. Y decido satisfacer mi deseo. En el restaurante hay música en directo y muchísimo turista occidental. Se nota que nos acercamos a Bali.

Alrededor de las nueve, tras más de veinte horas en pie, decidimos que ya no toca irnos a la cama a descansar. Pese al frío que hemos pasado, ha sido, sin duda, uno de los mejores días del viaje. Mañana cambiamos de isla y ya no volveremos a Java hasta el día 16 de viaje. La echaremos de menos. 

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