Día 4: Borobudur y volcán Merapi

Día 4: Borobudur y volcán Merapi

Son casi las 5 de la mañana cuando nos llaman al teléfono de la habitación. Nuestro guía y conductor, Johan, nos está esperando en la puerta del hotel. Bajamos y tras una escueta presentación, nos metemos en el coche e iniciamos nuestro camino hacia Borobudur. Todavía es de noche, pero para cuando lleguemos, ya habrá amanecido. Tenemos unos 40 kilómetros de viaje, pero Johan, que es muy hablador, nos los hace muy amenos. Nos cuenta que Borobudur es el monumento budista más grande del mundo y un lugar de peregrinaje para los que practican esa religión. También nos cuenta que durante el día se llena de turistas pero que a primera hora (abren a las 6) no debería haber mucha gente.
 
turismo y viajes a indonesiaCuando estamos a un par de kilómetros del templo, vemos una especie de campamento escolar a un lado de la carretera. Nos llama la atención y Johan decide parar para enseñárnoslo. Según nos cuenta, los colegios, que acaban de empezar el curso, organizan este tipo de acampadas para que los niños se diviertan y empiecen con buen pie. Nos paseamos por dentro, entre las tiendas, y los niños nos miran sorprendidos. Para no ser ni las 6 de la mañana, hay bastante actividad. Algunos se lavan los dientes; otros juegan al ajedrez; otros tocan unos instrumentos musicales hechos por ellos mismos. En el centro del campamento hay una gran explanada donde más de 60 niños y niñas ensayan una coreografía. A nosotros al principio nos sabe un poco mal ir paseándonos por allí y haciendo fotos sin haber pedido permiso, pero los niños (y los adultos) parecen estar encantados con nuestra visita y nuestro reportaje fotográfico.

 
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Tras estar allí un rato, decidimos volver al coche. ¡Estamos tan cerca de Borobudur que ya no podemos aguantar más! Es uno de los lugares que más ganas tenemos de visitar, y con razón. Pasan diez minutos de las 6 cuando llegamos a la entrada del monumento. En un pequeño edificio, pagamos una entrada combinada para Borobudur y Prambanan (adonde queremos ir mañana) por 25 euros entre los dos. Un poco caro, pero creemos que valdrá la pena. Salimos e iniciamos el camino hacia el monumento. Desde el edificio de la entrada hasta el propio templo debe haber unos 200-300 metros. En la última parte del recorrido, que es un camino ancho y recto, ya se aprecia la grandeza del templo. Sin embargo, hasta que no estás a sus pies no eres consciente realmente de lo impresionante que es. Es espectacular.
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Miramos hacia arriba. Borobudur consta de nueve plataformas, seis cuadradas y tres redondas (las de arriba). En las diferentes plantas hay pasillos decorados con esculturas y relieves que explican historias del budismo. Lo lógico, según la tradición budista, es empezar el viaje por el templo de abajo hacia arriba, pero nosotros decidimos empezar por la parte de arriba ya que a estas horas todavía no hay casi gente. Precisamente porque hay muy pocos turistas, podemos disfrutar del lugar con tranquilidad, explorando las diferentes partes que lo conforman. Las  expectativas eran muy altas, pero Borobudur está a la altura. Además, el hecho de que haya niebla y esté nublado, todavía le da un aire más misterioso y místico. Nos encanta.
 
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Después de disfrutar durante un buen rato perdiéndonos por los pasillos laberínticos del templo, decidimos volver a la base e iniciar el camino hacia el coche. Johan nos está esperando en una especie de caseta en la que venden comida. Volvemos a la carretera. El siguiente destino es Kaliurang, un pequeño pueblo situado en la falda del volcán Merapi. La idea es entrar en un parque natural que hay allí para ver el volcán desde un mirador. Sin embargo, tras una hora de camino, al llegar, vemos que la entrada cuesta 10 euros por cabeza (y menos de 50 céntimos para los locales). Además, la chica que vende las entradas nos dice que, al estar un poco nublado, seguramente no se vería demasiado bien.
 
Tras hablarlo con Johan, cambiamos de planes. Nos vamos a Kaliadem, otro pueblo desde el que se puede ver el Merapi y en el que, además, se puede hacer una excursión en jeep
 
Llegamos al pueblo. De repente, hace un día precioso. Aunque hay algo de niebla, el cielo se ha despejado y empieza a hacer calor. En el lugar donde se organizan los tours en jeep hay bastante turistas, muchos de ellos locales. Johan nos dice que la excursión cuesta 400.000 rupias (27 euros) entre los dos. Nosotros no vemos el precio escrito en ningún cartel y creemos que nos está timando, pero acabamos pagando. Mientras esperamos a que nuestro jeep esté preparado, Johan nos invita a sentarnos con él y otros hombres del pueblo en un banco y nos ofrece pan de gambas. También nos da una mascarillas para cuando subamos al jeep, ya que hay mucho polvo.
 
Pasan unos 15 minutos. Por fin llega nuestro conductor. Nos cuesta mucho entendernos con él, pero con gestos y alguna palabra en inglés lo medio conseguimos. El jeep nos lleva a varios puntos desde donde se puede ver el volcán. La visibilidad no es muy buena, pero la verdad es que la excursión nos parece muy entretenida (y el viaje en jeep es superdivertido).
 
 
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Efectos del Merapi
También hacemos una parada en un pueblo arrasado por la última gran erupción del Merapi en el año 2010, en la que murieron más de 300 personas. Y es que el Merapi es un volcán activo y peligroso. Sin ir más lejos, unos meses atrás también entró en erupción, aunque la intensidad no fue comparable a la de 2010.

La excursión dura algo más de una hora. Nuestro tiempo con Johan se está acabando, ya que habíamos acordado que nos acompañaría hasta mediodía, así que volvemos a Yogyakarta. Aunque en teoría nos tiene que volver a dejar en nuestro hotel, le pedimos que nos deje en el centro de la ciudad, cerca del Kraton, lugar que no pudimos visitar ayer. Muy amable, nos lleva hasta la misma puerta. Nos despedimos de él, y entramos en el palacio del sultán. No tenemos las expectativas muy altas, la verdad. Hemos leído por internet que no vale mucho la pena. Y, en nuestra opinión, así es. Se pueden visitar los patios, los jardines y algunas salas. Aunque es un lugar bonito, a mí me recordaba un poco a la parte china de Port Aventura. En fin, la entrada nos ha costado menos de un euro; más se perdió en la guerra.
 
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Bakmi goreng en un hotel de Malioboro
Tenemos mucha hambre. Pero el nivel de hambre que tenemos no es nada comparado con el nivel de calor que estamos padeciendo. En ese momento decidimos que hoy no queremos comer en cualquier sitio y emprendemos nuestro camino calle Malioboro arriba en busca de un restaurante con aire acondicionado. No es una tarea nada fácil, ya que ninguno de los bares o locales que nos encontramos disponen de él. Tras un buen rato de búsqueda y con las camisetas literalmente empapadas en sudor, encontramos la respuesta: un hotel. Lo vemos a lo lejos y nos preguntamos: ¿tendrán restaurante abierto al público? ¡Sí! Encontrar aquel lugar es como encontrar un oasis en pleno desierto. Además, estamos solos en toda la sala, se está fresquito y el plato de bakmi goreng que nos sirven es uno de los mejores que probaremos en todo el viaje (y nos cuesta menos de 5 euros por persona con bebida incluida, por cierto).
 
Con las pilas recargadas, decidimos dar un último paseo por Malioboro antes de irnos a la estación de trenes, donde tenemos que sacar los billetes para el viaje a Surabaya que haremos dentro de dos días. También tenemos que volver a cambiar euros por rupias y  en la misma calle Malioboro encontramos una casa de cambio que tiene buena pinta. El cambio, además, es más alto respecto al que nos dieron en el aeropuerto, así que estupendo.
 
Tras hacer alguna que otra compra, nos vamos caminando a la estación de trenes, que está al final de la calle (en el extremo norte). Allí hay una máquina donde se pueden imprimir los billetes que previamente habíamos comprado por internet. Esto lo podríamos hacer el mismo día del viaje también, pero preferimos no arriesgarnos.
 
Son casi las 5 de la tarde. Al salir, pensamos que quizás hoy, al estar en una estación, sea más fácil encontrar un taxi de verdad que nos lleve al hotel. Y así es. Aunque nos cuesta un poco más que en Yakarta, al final damos con uno. El viaje es muy rápido, y sólo nos cuesta 50.000 rupias (unos 3 euros).

Ya en el hotel, decidimos preguntarle a nuestro amigo recepcionista (el del mapa simplificado) sobre posibilidades de transporte a Prambanan para mañana. Nos dice que ellos trabajan con una empresa (nos enseña unos trípticos) que organizan este tipo de viajes alrededor de Yogyakarta. Hay muchas opciones y destinos. Localizamos Prambanan, sólo transporte, sin guía. Cuesta 75.000 rupias por persona (5 euros), y te recogen en el hotel. Además, el horario (por la tarde) nos encaja. Decidimos contratarlo. ¡Qué guay! ¡Veremos la puesta de sol en Prambanan!

Subimos a la habitación y nos damos una ducha más que merecida (y necesitada). La sensación de cansancio que tenemos es realmente placentera. Ahora, a descansar lo que queda del día y a coger fuerzas para mañana. Por la mañana tenemos un tour en bicicleta por los alrededores de Yogyakarta y, por la tarde, Prambanan. Visto el éxito de anoche, decidimos volver a pedir la cena en la habitación como los señoritos. Vicent se atreve con un ayam goreng (pollo frito con arroz) y yo me mantengo con un clásico nasi goreng. Mañana es nuestro último día en Yogyakarta. ¡Qué rápido están pasando los días!

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