Día 3: primer día en Yogyakarta

Día 3: primer día en Yogyakarta

 Suena el despertador. Son las 2:30. Hemos dormido poco más de cuatro horas, pero estamos tan emocionados que nos da igual. ¡Nos vamos a Yogyakarta! Anoche nos lo dejamos todo preparado, así que en 20 minutos  estamos listos. El taxi nos recoge a las 3:00 y llegamos al aeropuerto unos 45 minutos más tarde. Pagamos 150.000 rupias (unos 10 euros) y entramos a la terminal de salidas. Nuestro vuelo sale a las 5:50 y aún no está abierto el mostrador.

Decidimos desayunar algo. Tras comernos dos napolitanas de chocolate en la única cafetería que hemos encontrado, volvemos al mostrador, que ya está abierto. Facturamos las mochilas (esta vez, con menos miedo que la anterior, ya que es un vuelo directo) y nos vamos a esperar delante de nuestra puerta de embarque.

Viajamos con Air Asia, una compañía de las, en teoría, más fiables del país (en otro post os contaremos nuestra odisea para decidir qué aerolíneas elegir). El vuelo es precioso y, aun habiendo dormido muy poco esta noche, somos incapaces de dormirnos. Está nublado y, durante la primera parte del viaje, por la ventanilla sólo vemos una capa de nubes por la que se asoman de vez en cuando las cumbres de los volcanes y montañas. Después, la nubosidad se despeja y empezamos a ver lo que hay debajo.
El vuelo dura unos escasos 50 minutos y transcurre con total normalidad. Al llegar al aeropuerto, recogemos las mochilas y nos dirigimos a la salida, donde hemos quedado con el hotel para que nos recojan. Pues bien, salimos, y vemos a decenas de personas con cartelitos en las manos esperando a viajeros. Veo muchísimos nombres, pero no el nuestro. Nos damos una segunda vuelta por la zona de los cartelitos, y una tercera... Nada, se han olvidado de nosotros. También cabe la posibilidad de que se hayan retrasado por algún motivo, así que decidimos esperar. El aeropuerto se va vaciando (es un aeropuerto muy pequeño) y los taxistas, muy hábiles, empiezan a acercarse a nosotros. Saben que nuestro transporte nos ha fallado. Nos ofrecen sus servicios, pero decidimos esperar un poco más. Son bastante insistentes, y en los 40 minutos que pasan hasta que llega nuestro transporte (¡Sí, han llegado!), nos pueden haber preguntado fácilmente cinco o seis veces.

Lo dicho, al final aparece un hombre que lleva una camisa con el nombre del nuestro hotel en Yogyakarta. Es él. A pesar de llevar casi tres cuartos de hora de retraso, no se le ve agobiado. De hecho, está relajadísimo (infinitamente más que nosotros). Muy amable, nos lleva hasta la furgoneta y, una vez dentro, iniciamos nuestro camino hasta Yogyakarta. Es un trayecto bastante corto, pero hay tanto tráfico que tardamos más de media hora. Nos da igual; el viaje nos servirá como primera toma de contacto con la ciudad.

Y así es. Yogyakarta no tiene nada que ver con la capital. Allí las calles estaban dominadas, en general, por edificios altos; aquí hay construcciones mucho más bajas, y también muchas chabolas. Tampoco hay casi aceras (en Yakarta, no eran ninguna maravilla, pero al menos en la mayoría de lugares que visitamos había una calzada para peatones). Lo que sí hay es más color, y más vida en las calles.

turismo y viajes a indonesia

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Llegamos al hotel. Es el The Grove Express Timoho Hotel. No es muy céntrico, pero las distancias a los lugares que queremos visitar son de unos 10-15 minutos en taxi, según hemos leído. Además, cuando entramos nos damos cuenta de que, por el precio que cuesta (25€ la noche), es un hotel casi de lujo. Hacemos el check-in sin ningún problema y, tras pasar rápidamente por la habitación (muy limpia y acogedora) para descargar trastos e ir al baño, decidimos salir a explorar. Sí, son las 9 de la mañana, llevamos en pie desde las 2:30, pero nos apetece tanto que ni nos lo planteamos.

Como ya hemos explicado anteriormente, no viajamos con una guía. Bueno, sí, pero no es una guía en forma de libro como se suele hacer. Llevamos una guía hecha por nosotros con toda la información que hemos ido recopilando de otros blogs durante los meses de preparación del viaje. Hoy nos toca ver la calle Malioboro, el Kraton (el palacio del sultán de Yogyakarta), el Taman Sari (el palacio del agua) y una mezquita subterránea. Además, también queremos ir a un lugar llamado ViaVia donde organizan excursiones en la ciudad y en los alrededores. Si está bien de precio, la idea es contratar un guía para ir a Borobudur y a Prambanan o mañana o pasado mañana.

Como decía, no llevamos guía. Y tampoco mapas, porque antes de venir pensamos que en todos los hoteles nos darían alguno (y, si no, siempre tendríamos Google Maps). Así que, antes de salir, decidimos pasarnos por la recepción del hotel para pedir uno. El chico, superamable, nos da un mapa muy mono con las principales atracciones turísticas de la ciudad. Además, nos dice que del hotel a la calle Malioboro, que es adonde queremos ir ahora, hay unos 10 minutos en coche, y que si queremos nos puede pedir un taxi. Le damos las gracias, pero hoy preferimos salir a caminar. Total, en el mapa se ve bastante cerca, apenas unas cuantas calles. En media hora podemos estar allí. Error.
 
turismo y viajes a indonesiaLlegar a Malioboro nos acaba costando dos horas de reloj. ¡Dos horas! Qué raro, en el mapa parecía que tuviera que estar más cerca. Por el camino, sin embargo, hemos descubierto una Yogyakarta que ya nos ha enamorado. Es una ciudad llena de vida. Hay gente en todos lados y, aunque hay mucho tráfico en las avenidas grandes, también hay muchas más callejuelas en las que perderse (literalmente, como veremos más adelante). También notamos otras diferencias con Yakarta; aquí apenas hay taxis. En cambio, sí que vemos muchísimos becaks. Un becak es una especie de bicitaxi en el que el conductor lleva una bicicleta (o moto, existen las dos versiones) que, en la parte delantera, puede llevar a dos pasajeros. Al principio pensamos: "Uy, esto será para los turistas". Pero a medida que avanza el día, nos damos cuenta de que la mayoría de los usuarios son locales. De momento, sin embargo, seguimos a pie.

turismo y viajes a indonesiaAl llegar a Malioboro, nos encontramos con una gran avenida comercial. A ambos lados de la calle hay tiendas y más tiendas. Venden de todo, especialmente productos de imitación como relojes, ropa deportiva, etc. A nosotros, más que comprar, nos interesa curiosear, hablar con la gente, ver cómo son. Sin embargo, al final acabamos comprando cuatro cosas. Es ahí donde descubrimos que no se nos da nada bien regatear. Tendremos que practicar.  

Bajamos toda la calle Malioboro, y al llegar al Kraton (el palacio del sultán), nos damos cuenta de que cierran a mediodía y no hemos llegado a tiempo. No pasa nada, volveremos en otro momento. Es la hora de comer, así que decidimos coger un becak para ir a la zona donde está ViaVia y comer algo por allí después. El regateo vuelve a ser un desastre y acabamos pagando el doble de lo que habríamos pagado en Yakarta por un taxi con su aire acondicionado y todo. Eso sí, el viaje es toda una aventura.


Es en este trayecto cuando nos damos cuenta de que las normas de circulación aquí son muy laxas. No se respetan los carriles, se hacen adelantamientos a diestro y siniestro, no se señaliza. Un caos. Pero en los casi 20 días que estaremos en Indonesia, no veremos, por suerte, ni un solo accidente. Curioso.

Llegamos a ViaVia (http://www.viaviajogja.com/index.php). Entramos con idea de reservar un guía para Borobudur y Prambanan; salimos sin guía para Prambanan, pero con un guía para ir Borobudur mañana (¡tick!) y con un tour en bicicleta por los alrededores de Yogyakarta para pasado mañana. Los tours en ViaVia son un poco más caros que en otras compañías que habíamos mirado por Internet, pero tienen tan buenas críticas en Trip Advisor que decidimos no arriesgarnos con otra. Lo único que no contratamos es el tour a Prambanan. Ya veremos cómo lo hacemos. En resumen, entre los dos pagamos 465.000 rupias (algo más de 30 euros) por el tour de Borobudur y 300.000 rupias (20 euros) por el tour en bici.

Estamos muertos de hambre y hace muchísimo calor. En la misma calle donde está ViaVia hay un montón de pequeños restaurantes y bares con buena pinta. Entramos en uno que tiene un balconcito que da a la calle y comemos allí (https://www.tripadvisor.es/Restaurant_Review-g294230-d1587607-Reviews-Hani_s_Restaurant_Bakery-Yogyakarta_Java.html). Para variar un poco, pedimos una pizza y un plato de pasta el pesto. Nos odiamos un poco por ello, ya que nosotros, antes de venir, éramos de los que decíamos: "Cuando estemos allí, no vamos a comer nada occidental". Mea culpa, pero nos apetecía.

Después de comer y refrescarnos un poco, volvemos a ponernos en marcha. Nos dirigimos al Taman Sari. Volvemos a coger un becak y nos vuelven a timar, pero es que nos sabe mal, con el calor que hace, pagarle tan poco al conductor con el esfuerzo que hace. En el palacio del agua, pagamos una entrada de 12.000 rupias cada uno. Es un lugar bonito, aunque aquí sí que hay bastantes turistas (casi todos indonesios, eso sí).
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Mientras paseamos, un grupo de estudiantes nos paran para hacernos una especie de entrevista que necesitan para un trabajo del instituto. ¡Incluso nos graban en vídeo! Nos hace tanta gracia que esta vez somos nosotros quienes pedimos hacernos un selfie con ellos.


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Teníamos el sol de cara, ¿vale?
Como decía, el lugar no está mal para pasear. Además, en el recinto también hay talleres de artesanos, a los que puedes ver mientras trabajan el batik, una técnica muy típica de Indonesia, entre otras formas de arte.

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No muy lejos de la zona principal del palacio, se esconde una pequeña mezquita subterránea. Seguimos las indicaciones que hemos encontrado por internet ("Saliendo del palacio, hay que salir a la calle otra vez, subir unas escaleras, y meterse de nuevo en otro pasadizo". Como veis, todo clarísimo y bien detallado.) hasta que damos con ella. Es un lugar muy curioso. Lástima que haya tanta gente justo a esta hora. Aun así, disfrutamos recorriendo sus pasillos laberínticos.

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Al salir de la mezquita, decidimos que ya va siendo hora de volver al hotel. Llevamos desde las 3 de la madrugada en la calle, así que nos merecemos un descanso en nuestro hotelazo. Como ya nos ha pasado antes, no encontramos taxis, así que tenemos que recurrir de nuevo al becak. Además, hay un conductor que antes de entrar al Taman Sari ya nos ha preguntado si necesitábamos transporte al salir. Nosotros le hemos dicho que no, pero él se ha esperado igual (es una técnica muy recurrente). Decidimos irnos con él. Después de pactar el precio y explicarle dónde está el hotel, nos ponemos en marcha.
En este trayecto, tanto Vicent como yo lo pasamos fatal. Ya no tanto por el peligro de muerte inminente que nos acecha tras cada semáforo en rojo, sino por ver lo que está sufriendo el conductor. Es un hombre mayor, y hay momentos en los que incluso tiene que bajarse de la bicicleta para empujarnos. Me siento fatal. Al final, para no alargar más el sufrimiento, le pedimos que nos deje en una avenida que, según nuestro mapa, está cerca del hotel. Le damos una buena propina por el esfuerzo y echamos a andar.

Calculamos que tardaremos unos diez minutos en llegar. La simple idea de quitarnos las zapatillas y darnos una ducha fresquita nos pone los pelos de punta. Sin embargo, a medida que avanzamos, nos damos cuenta de que algo falla. Las calles no coinciden con las del mapa exactamente. Comparándolo con Google Maps, nos damos cuenta de que el mapa que nos ha dado el recepcionista del hotel es un plano supersimplificado de la ciudad y le faltan calles. ¡Con razón hemos tardado tanto en llegar a Malioboro esta mañana! Bueno, que no cunda el pánico. Intentamos guiarnos con el móvil y Google Maps, pero, al no tener internet, tampoco es fácil. También recurrimos a preguntar a la gente que nos encontramos por las calles, pero parece que nadie conoce nuestro hotel. Yo empiezo a ponerme nerviosa. Se está haciendo de noche y estoy hecha polvo. 

Al final, tras una hora yendo arriba y abajo intentando encontrar la calle del hotel, llegamos. Son las 6 y es casi de noche.. Nos damos una ducha y nos ponemos al día con nuestras familias. Nos planteamos la posibilidad de salir otra vez a buscar algún sitio para cenar, pero viendo la experiencia de esta tarde, decidimos cenar en el hotel (más concretamente en la habitación, ¡como los ricos!). Cenamos Nasi Goreng (arroz frito con verduras y carne) y Bakmi Goreng (lo mismo, pero con tallarines), y en total la cena nos sale por menos de 7 euros entre los dos.

Estamos rendidos. Todavía no son ni las 9 de la noche, pero la cama nos llama y no nos vamos a resistir. Además, mañana a las 5 nos recoge el guía que hemos contratado para ir a Borobudur, uno de los lugares a los que más ganas tenemos de ir en este viaje. ¡A descansar!

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