Día 2: descubriendo Yakarta

Día 2: descubriendo Yakarta

Amanece el día 13 de agosto en Yakarta. Es jueves. Nuestro despertador suena a las 7 de la mañana. Nada de jet-lag (¡yuhu!). Queremos aprovechar bien el día porque aquí se hace de noche alrededor de las 6 de la tarde, así que nos levantamos con energía, nos damos una ducha rápida y bajamos a desayunar. El bufet del hotel no está nada mal. Desayunamos arroz, revuelto, tostadas, zumo de naranja y pudin de arroz con leche de coco.
 
Antes de las 9 de la mañana estamos en la calle. Con la luz del día, la callejuela que ayer nos pareció tan terrorífica no tiene tan mala pinta. De hecho, para ser una calle tan estrecha, hay bastante ambiente. A medida que avanzamos, nos encontramos, a ambos lados, varias paraditas con comida y bebida. La mayoría incluso tienen mesas para los clientes, que disfrutan allí de su desayuno. Llegamos a la gran avenida, la misma que cruzamos anoche. Hay muchísimo tráfico, pero lo que más nos llama la atención es la cantidad de motos que hay. Nunca habíamos visto nada igual. 
 
Tras varios minutos buscando el momento, conseguimos cruzar la avenida y llegamos al parque donde está el Monumen Nasional (o Monas). Sin embargo, la verja que hay en este lado está cerrada y nos toca rodear el parque hasta encontrar una abierta. Tras unos quince minutos de caminata (el parque es muy grande), damos con una y entramos. Mientras avanzamos en dirección al monumento, nos encontramos con una especie de ceremonia religiosa. Hay un predicador y varias decenas de militares. Por lo demás, el parque está bastante tranquilo. 

 
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Llegamos a los pies del Monas. La verdad es que impresiona la altura de la construcción. Nos dirigimos a la escalinata, pero hay una valla que nos impide pasar. Debe haber otra entrada. Cerca de la escalinata, hay una chica que nos observa. Por su aspecto, parece nórdica, sueca quizás. Creemos que ella también está intentando entrar. Al final, nos acercamos a ella (y ella a nosotros). Se llama Anki y es alemana. Su novio está trabajando en Yakarta y ha venido a visitarlo. Es el primer día que pasa en la ciudad y ha decidido salir a hacer turismo. Nos parece majísima, va sola, y tenemos pensado visitar más o menos las mismos lugares  de la ciudad, así que decidimos unirnos y visitarlos juntos. Además, ella lleva una Lonely Planet en la mano (sí, sé que parece raro, pero nosotros viajamos sin guía de Java), lo cual nos puede venir muy bien a lo largo del día.
 
Por fin encontramos la entrada y accedemos al monumento. Nos recibe un amable señor que nos explica que el monumento conmemora la independencia de Indonesia de los holandeses. En la base hay un museo de historia y, pagando una entrada de 8.000 rupias (poco más de 50 céntimos), se puede subir al mirador, situado a más de 130 metros de altura. Nos damos una vuelta por el museo y rápidamente decidimos subir. Ya de camino al ascensor, una amable familia indonesia nos pide una foto. Nos parece un poco raro, pero accedemos. Luego Anki nos explica que a ella le ha pasado más veces, ya que en Java hay pocos turistas europeos (aunque mucho turismo nacional). Y lo corroboramos enseguida. En el mirador hay unos 40 turistas, y nosotros somos los únicos europeos. Las vistas desde el mirador son espectaculares. Desde aquí se ve nuestro próximo destino: la mezquita Istiqlal (independencia, en árabe).
 
Un rato después (tras pasar por el baño del museo, esta vez sin sorpresa en forma de chorro inesperado, aunque no por ello sin dificultad, ya que estas alturas yo aún no sé para qué sirven ni el cazo ni el grifo), salimos en dirección a la mezquita. Nos cuesta llegar al sitio, sobre todo porque cruzar las calles nos da un poco de pánico todavía. A veces puedes pasarte varios minutos intentando encontrar un hueco para pasar. En una ocasión, un transeúnte incluso nos para el tráfico para que podamos atravesar la calle. ¡Qué majos son los indonesios!
 
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Pues bien, llegamos. El edificio es enorme. Al entrar, tenemos que dejar las zapatillas en la recepción y luego nos mandan a unos bancos a esperar a que venga un guía. Los tours son gratis, aunque al final tienes que dar una propina. Nos extraña un poco que nos vayan a hacer un tour privado, pero resulta que la mezquita sólo tiene unos 20 visitantes diarios. Cuando llega el guía, nos hace entrar en una sala donde debemos ponernos una especie de bata que nos cubre las piernas y los brazos. Estamos monísimos los tres. El hombre, muy amable, nos hace un recorrido por toda la mezquita y nos explica que estamos en la mezquita más grande del sudeste asiático, con una capacidad para más de 200.000 personas. Tras un buen rato con él, le damos una propina de 20.000 rupias y nos vamos. Al salir, mientras nos ponemos de nuevo las zapatillas, los altavoces de la mezquita retransmiten las palabras y cánticos del imán. Al otro lado de la calle, a escasos metros, hay una iglesia católica. La imagen de la iglesia y el sonido de los altavoces se mezclan creando una combinación muy peculiar.

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De ahí, nos vamos al mercado Pasar Baru. Según la Lonely Planet de Anki, es un mercado en el que se puede encontrar prácticamente de todo. Por el camino, un grupo de niños nos pide otra foto. Cuando les decimos que somos españoles, empiezan a deleitarnos con una lista de nombres de jugadores y equipos de la liga. ¡Qué monos!

El mercado es básicamente una calle con paraditas a ambos lados y, también tiendas físicas. Algunas son muy tradicionales, mientras que otras son bastante modernas. A la vez que vamos esquivando la multitud de motos que atraviesan el mercado, nos entretenemos observando a los vendedores y a los compradores, y comparando los precios con respecto a España, por curiosidad (llevamos la calculadora a mano todo el día). Nos llaman especialmente la atención las paradas de fruta, ya que somos incapaces de reconocer la mayoría de las que ofrecen.
 



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Mercado Pasar Baru
 
 
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Mangostinos y salaks (o fruta de la serpiente, por su piel)
Los vendedores nos observan mientras toqueteamos la fruta y nos preguntan si queremos probarlas. ¿Por qué no? Vicent no se lo piensa dos veces. (Yo sí. Necesitaré varios días para perderle el miedo a probar cosas.) Al parecer, el mangostín está muy dulce. Aun así, tonta de mí, me resisto por miedo a pillar la famosa "enfermedad del viajero".

Con esto de las frutas, nos entra hambre y decidimos buscar un sitio para comer. La Lonely Planet nos recomienda un restaurante llamado Bakmi Gang Kelinci (http://www.bakmigangkelinci.com/in/home), que, además, está a unos minutos del mercado. Es un local grande, con aire moderno, pero antiguo a la vez. Está lleno y no vemos a ningún turista. Cogemos una mesa y nos sentamos. La carta sólo está en indonesio, lo cual nos encanta. Con las nociones básicas que tenemos en este momento (bakmi goreng: tallarines fritos; nasi goreng: arroz frito; selamat datang: bienvenido) tenemos suficiente. Al final, tanto nosotros como Anki, acabamos apostando por los tallarines. El camarero no habla nada de inglés, así que nos manda a uno más jovencito que parece que sí sabe, pero tampoco. ¿Pero qué más da? Estamos en Indonesia, nos apañamos con gestos, que es lo más divertido del viaje. Mientras esperamos la comida, observamos el restaurante. Es un sitio de lo más peculiar. Al fondo, hay una especie de salita cuya entrada está tapada por una cortina. Es una especie de capilla musulmana, donde se puede rezar. 

Por fin llega la comida. Está buenísima. Para beber, agua embotellada (como tanto nos han insistido). De repente, Vicent pone una cara rara. Le pregunto qué le pasa y me dice que se acaba de quitar de encima una cucaracha que le subía por el pantalón, pero que no me preocupe, que era pequeña. Ah, entonces vale. No me afecta especialmente, pero decido hacer una inspección de la mesa por debajo, y de mis piernas. Es ahí cuando me asusto: tengo una picadura de mosquito en el reducidísimo espacio comprendido entre el final de mi zapatilla y el principio de mis leggins. Ya está. Voy a morir. Seguro que es el dengue o, peor, la malaria. Me entra flojera, pero decido que no tiene por qué ser así, podría haber sido un mosquito normal y corriente. Anki me tranquiliza y me dice que a ella le han picado muchos y que sigue viva. Me vale.

Deben ser cerca de las 3 cuando decidimos seguir con la ruta. Vamos a una zona de Yakarta llamada Menteng, donde hay un mercadillo de antigüedades. Antes, pasamos por la Estatua de Bienvenida (con su respectiva foto). En Yakarta, a diferencia de en otras partes de Java como ya veremos más adelante, coger un taxi es facilísimo. Las calles están llenas. De hecho, por momentos parece que haya más taxis que coches particulares. Pues eso, cogemos un taxi y nos vamos a Menteng. El trayecto nos cuesta dos euros. De camino al mercadillo, pasamos por un colegio al que Obama asistió durante algo más de un año. Está en una zona residencial muy bonita de Yakarta, diferente a la zona del centro que hemos visto por la mañana. El mercado está a unas manzanas de allí. Al llegar, nos damos una vuelta, pero no encontramos nada que nos guste especialmente.

Son casi las 5 de la tarde cuando Anki nos dice que se tiene que volver a casa. Nosotros también decidimos que ya va siendo hora de volver al hotel y descansar un poco. Al fin y al cabo, queda aproximadamente una hora de luz y llevamos bastante horas de trote. Compartimos un taxi con ella, nos despedimos sabiendo que posiblemente nunca más nos volvamos a ver, y regresamos a la zona de nuestro hotel. Sin embargo, en el último momento decidimos parar en el parque donde está el Monas para ver el atardecer desde allí. La verdad es que no hemos podido tomar una mejor decisión, ya que, a diferencia de por la mañana, no hace tanto calor y, al estar un poco nublado, salen unas fotos muy bonitas.
 
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Volvemos al hotel. Nada más pillar el wifi, nos ponemos al día con nuestras familias y descansamos un poco. Para cenar, decidimos sobrepasar la barrera del miedo nocturno de anoche y avanzar un poco por la avenida. Encontramos un restaurante llamado D'Cost VIP que tiene buena pinta. En lugar de carta, tienen una especie de mural con fotos de todos los platos con sus respectivos números. Nos guiamos por las fotos y acabamos pidiendo Ayam Goreng (pollo frito) y otro plato del cual no recuerdo el nombre (pero que estaba MUY picante). De nuevo, ningún otro turista en el restaurante, y los camareros son especialmente amables con nosotros. Nos sentimos muy bienvenidos, la verdad.

Se acaba el día. Estamos agotados y mañana nos espera un nuevo destino: Yogyakarta. Antes de subir a la habitación, le pedimos al recepcionista que nos reserve un taxi para ir al aeropuerto a las 3 de la mañana. Ponemos el despertador a las 2:30, y a dormir. El día ha sido tan intenso que parece que lo de esta mañana haya sido ayer. ¡Pero esto no ha hecho más que empezar!

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