Día 1: llegada a Yakarta

Día 1: llegada a Yakarta

En Singapur nos toca hacer una parada técnica. Nosotros creíamos que no tendríamos que bajar del avión, pero al aterrizar nos damos cuenta de que todo el mundo tiene intención de salir de la cabina. Además, nuestra compañera de asiento nos confirma que ella tampoco sigue en el mismo avión, que tiene que coger otro vuelo. Así que, bueno, bajamos del avión. Y también lo agradecemos.
 
Al llegar a la terminal donde tendremos que esperar casi una hora y media, tanto Vicent como yo estamos superexcitados. Todavía no hemos llegado a nuestro destino, pero Singapur ya nos parece lo suficientemente exótico (incluso el aeropuerto). Después de dar cuatro brincos de la emoción y de lavarnos los dientes, nuestra misión es conseguir la contraseña del wifi para poder comunicarnos con nuestras familias. Y lo hacemos. Una vez puestos al día con nuestras redes sociales, nos damos una vuelta. Fruto de la excitación, nos parece que todo el mundo es extremadamente amable, que el internet es extremadamente rápido y que los asientos en los que pasamos los últimos minutos antes de volver a embarcar son extremadamente cómodos. Nos encanta Singapur (¡Ja ja!).
 
Tocamos el fuselaje con cariño y volvemos a embarcar. Estamos en los mismos asientos. Nuestra compañera de viaje es ahora una mujer asiática que tiene a su marido y a su hijo en el asiento de atrás. Ahora tenemos un vuelo que, a decir verdad, no sabemos cuánto dura. Por no saber, no sabemos ni qué hora es allí, ni qué hora biológica es para nosotros, ni la diferencia horaria entre Singapur y Yakarta. Con tanta desinformación, decidimos que lo mejor es confiar en los pilotos, ponernos una película y disfrutar de nuestro último vuelo de hoy.

 
Casi dos horas más tarde, la megafonía del avión anuncia nuestra inminente llegada a la capital indonesia. Empezamos a mirar nerviosos por la ventana. Ahora ya es de noche, así que no podemos emocionarnos observando los bosques de palmeras como nos ha pasado al llegar a Singapur. Pero da igual, nos los imaginamos. 
 
Al salir del avión, a las 17.45 hora local, nos llevan directamente a la terminal, así que todavía no sabemos si hace calor, si hay humedad... nada. Allí, hacemos todo el papeleo del visado. Digo papeleo para sonar más importante, pero realmente hacemos cola durante un minuto, enseñamos nuestros vuelos de vuelta y nos sellan el pasaporte. Por suerte, desde hace unos meses no hace falta visado para entrar como turista en Indonesia, así que genial.
 
Nos vamos a recoger las mochilas. Por favor, que no nos las hayan perdido. Por favor, que no nos las hayan abierto... Mientras esperamos, tengo mi primera experiencia con un baño indonesio. Como comprobaremos durante nuestro largo viaje por el país, en Indonesia hay varios tipos de inodoros. Algunos son simplemente un agujerito en el suelo. En otros cuartos de baño hay una taza, pero, en lugar de cisterna, hay una especie de piscinita al lado llena de agua para que tú mismo llenes un cazo y tires el agua por el váter. En otros casos, no hay piscina, sólo un grifo y su respectivo cazo o palangana. De vuelta en el aeropuerto, me encuentro ante un aseo bastante occidental. A simple vista, es como los que tenemos aquí, pero con un pitorrito dentro de la taza que, supongo, debe hacer las veces de cisterna. Error (aunque yo aún no lo sé). Ese pitorrito, como voy a comprobar en breve, no escupe agua hacia abajo, sino hacia arriba, porque está pensado como medida higiénica, ya que en ese baño no hay papel. Pues bien, yo, inocente de mí, cuando me dispongo a "tirar de la cadena", me llevo la sorpresa. Como resultado, salgo a recibir las maletas mojada desde el pecho hasta las rodillas. Moraleja: nunca te fíes de las apariencias.
 
Llegan las maletas. Intactas. Euforia colectiva. De camino a la salida del aeropuerto, nos hacen rellenar un papelito diciendo que no tenemos pensado llevar a cabo ningún acto delictivo en el país. Ahora sí, nos disponemos a salir del aeropuerto. Ahí ya nos han avisado de que nos van a "acosar" diferentes compañías de taxis para llevarnos al hotel. Efectivamente, hacia la salida de la terminal, varios conductores nos ofrecen sus servicios al grito de "¡taxi, taxi!". Sin embargo, nosotros tenemos claro que tenemos que encontrar la compañía Blue Bird, ya que, según hemos leído, es de las más fiables y económicas. Otro tema: antes de salir de la terminal, tenemos que cambiar dinero. Tras varias vueltas por las casas de cambio que hay allí, nos decidimos por la que ofrece el cambio más alto, que en aquel momento era 1€ = 14.650 rupias. Cambiamos 100 euros (lo suficiente hasta encontrar un cambio mejor), lo que supone varios fajos de billetes en la moneda local. Nos sentimos unos magnates del petrodólar.
 
Por fin, salimos del aeropuerto. Yo aún no lo sé, pero este momento será uno de los más impactantes de todo el viaje para mí. Nada más poner un pie fuera, el olor de la calle me abruma. Es un olor fuerte, como a especias (pero ninguna que pueda reconocer); no es mal olor, aunque sí un poco angustiante; un olor que no notaremos en casi ningún otro lugar de Indonesia, al menos no con esta intensidad. También notamos una fuerte sensación de humedad y de calor. Sólo puedo compararla con el momento en el que abres el lavavajillas. (Bueno, quizás me he pasado. Pero hacía mucho calor) Buscamos la parada de Blue Bird. Allí, un chico bastante amable nos atiende en inglés. En unos diez minutos, nos subimos al taxi. El conductor sólo sabe chapurrear unas cuantas palabras en inglés. Tras los 45 minutos de trayecto, sólo nos queda claro que tiene un chorro de hijos y que en cinco días (el 17 de agosto) es el Día de la Independencia del país y que, por ese motivo, todas las calles están decoradas con los colores de la bandera, el rojo y el blanco. También nos intenta explicar cosas sobre Yakarta a medida que vamos pasando por delante de edificios y monumentos, lo cual le agradecemos muchísimo.
 
Tanto esta noche como mañana vamos a alojarnos en el hotel Citi M. Debe ser bastante nuevo, ya que el conductor no lo conoce y tiene que preguntar en varios sitios antes de encontrarlo. Hemos llegado. Pagamos 170.000 rupias, unos 12 euros incluyendo el peaje de la autopista, un precio que se ajusta a lo que habíamos calculado al preparar el viaje. El hotel está en una callejuela oscura que da a una avenida muy grande y con mucho tráfico. Es un hotel sencillo, pero limpio. La habitación sólo tiene una ventana, que da al pasillo, pero no nos importa porque sólo vamos a pasar allí dos noches y, además, es bastante céntrico. Tenemos hambre, así que decidimos bajar al restaurante del hotel a ¿cenar? (no tenemos muy claro qué comida nos toca, pero es de noche, así que lo llamaremos así). Probamos el Bakmi Goreng, unos tallarines con verduras y carne buenísimos. La cena nos cuesta menos de cinco euros entre los dos (¡yuhu!). Todavía dentro del restaurante, veo un mosquito. Pánico. Aunque me he puesto repelente nada más llegar al hotel, el tema dengue me da miedito.
 
Como aún es relativamente pronto (son las 9 de la noche), decidimos salir a explorar la zona. Aunque llevamos más de 24 horas sin pasar por una cama, la emoción y la curiosidad nos pueden. Al salir, nos damos cuenta de que la calle del hotel nos da un poco de mal rollo. Está muy mal iluminada y, de repente, nos da la sensación de que la poca gente con la que nos cruzamos nos mira raro. (Más adelante descubriremos que sólo es curiosidad, porque en Yakarta hay muy pocos turistas europeos) Seguimos avanzando, cruzamos la gran avenida (con riesgo de muerte incluido ya que no hay pasos de peatones) y ahí ya decidimos que lo mejor es volver a la seguridad del hotel. Tenemos (o tengo) un poco de miedo, para qué negarlo. La verdad es que no sabemos cómo de segura es Yakarta por la noche, y pensamos que lo mejor es explorar la ciudad por la mañana. Además, tampoco nos vendría mal descansar.
 
De vuelta al hotel, tengo sentimientos encontrados. Por un lado, emoción y curiosidad por lo que vamos a encontrarnos en las próximas semanas; por el otro, una sensación de inseguridad y de miedo ante lo desconocido. También incredulidad: ¿cómo puede ser? ¡Estamos en Indonesia!

No hay comentarios:

Publicar un comentario