Día 0: de Barcelona a Singapur

Día 0: de Barcelona a Singapur

Tras varios meses de intensa preparación, por fin ha llegado el día: ¡nos vamos a Indonesia! Nuestro vuelo de Air France sale hoy (11 de agosto) a las 15:15 desde la terminal 1 del aeropuerto de Barcelona. Nos esperan casi 24 horas de viaje, pero estamos eufóricos... y también un poco asustados, para qué negarlo. Vicent, por miedo a que el avión se estrelle; yo, por si nos pierden las maletas o (peor) por si se cumple la pesadilla de cualquier madre y, en concreto, la mía: que te metan droga en la mochila y acabes pasando el resto de tu vida en una prisión asiática. Como somos unos novatos en esto de viajar tan lejos en plan mochilero, al final decidimos invertir catorce euros en envolver nuestras mochilas en un plástico para evitar un destino tan dramático. Después, tras realizar el check-in e insistir cansinamente para asegurarnos de que manden nuestras maletas directamente a Yakarta, nos despedimos de nuestra familia y pasamos a la zona de embarque.
 
Allí, las dos horas se nos pasan volando. Nos pasamos el rato repasando los últimos detalles del recorrido e imaginándonos cómo cambiará nuestra visión del mundo en las próximas semanas. También hay algo de nervios. Nuestro primer vuelo es el de Barcelona-París y, aunque allí tenemos dos horas para cambiar de avión, hemos leído en foros que el aeropuerto Charles de Gaulle no es precisamente el paraíso de los que hacen escala.
 
Unas cuatro horas más tarde, nos encontramos esperando en la terminal 2E del aeropuerto Charles de Gaulle, en el que no hemos tenido ningún problema (¡Ves como no te puedes fiar de todo lo que pone en Internet!). Nos queda más de una hora de espera y como estoy demasiado nerviosa para leer y no hay muchas tiendas, me dedico a pasar el rato observando al resto de pasajeros que van a viajar en el mismo avión que nosotros. Aquí, a diferencia de en Barcelona, ya se ve una gran mezcla de viajeros de diferentes orígenes. A un lado, tengo una familia francesa. Al otro, unos españoles. Justo enfrente, varias personas con rasgos asiáticos comienzan a hacer cola para el embarque.


De repente, en la pantalla que hay encima del mostrador aparece nuestro destino: Yakarta. Me empiezo a poner nerviosa por el vuelo en sí (Vicent ya lleva varias horas sufriendo en silencio). Aunque hemos viajado muchísimas veces en avión, el trayecto más largo que hemos realizado ha sido de unas tres horas. Aun así, me apetece mucho vivir la experiencia de estar en un avión durante más de 12 horas. Puede parecer una tontería, pero también me hace especial ilusión saber qué películas habrá en el catálogo del avión y qué nos darán de comer. Es lo que pasa cuando nunca has viajado con una compañía que no sea de bajo coste.

Y entre unas cosas y otras, llega el momento de embarcar. En ese momento, tanto Vicent como yo iniciamos un ritual que se acabará repitiendo en todos los vuelos que haremos durante el viaje: tocar el fuselaje de la aeronave con cariño antes de entrar para que nos trate bien y nos dé suerte (¡Ja ja!). Al entrar a la cabina nos encontramos con la zona VIP para ricos, con sus camitas y sus comodidades. Al fondo del pasillo a la derecha (hacia la zona trasera) están nuestros asientos, con sus estrecheces y unas bonitas mantas para taparnos por la noche. A nuestro lado se sienta una chica catalana muy maja con la que compartimos las 12 horas de vuelo. Para ella el viaje va a ser todavía más largo, ya que va directa a Yogyakarta, sin pasar por la capital indonesia.  
 
Con algo de retraso, partimos en dirección a Singapur, donde haremos una parada técnica antes de llegar a nuestro destino. El vuelo es uno de los más tranquilos que recuerdo. Apenas alguna leve turbulencia a mitad de camino, pero, por lo demás, una maravilla. A lo largo del viaje, veo tres películas y nos dan de comer tres veces. También consigo dormir alguna que otra hora después de la cena, cuando apagan las luces del avión y parece que la actividad en el avión se detiene. Varias horas después de la salida del sol, y habiendo perdido totalmente la noción del tiempo, anuncian nuestro próximo aterrizaje: ¡hemos llegado a Singapur!

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